Opinión | Versos deportivo

Rivalidad áurea

«Caer de un cielo, y ser demonio en pena, / y de serlo jamás arrepentirse»

Lope

El Barroco formó un ecosistema literario cuya densidad de talento resulta escandalosa. Cervantes, Quevedo, Góngora, el extremeño Aldana y un largo etcétera. Autores con celos mutuos como candela para sus producciones. El mismo overbooking de ingenio por metro cuadrado que se produjo en la selección de fútbol campeona del mundo (Xavi, Iniesta, Busquets, Casillas, Torres...). 

Literariamente, las envidias avivaron la producción. Pavesas que prendieron de fuego artístico un período inigualable. Poema a poema, las rencillas tejieron una literatura áurea. Futbolísticamente, la convivencia de magos en la selección prendió la mecha del tikitaka del Barça hasta moldear un equipo de leyenda en torno a Messi. Con las chispas de la rivalidad histórica se incendió el Madrid al despertar su adn competitivo en torno a Cristiano (con brasas ganadoras de las champions incandescentes aún). Gol a gol, el afán de superación convirtió el fútbol en oro.

Es verdad que nunca adivinaremos qué hubiera ocurrido sin el combustible de la rivalidad vecinal, si Cervantes no hubiera visto a Lope recibir halagos continuos frente al portal de su casa, si Messi o Cristiano no se hubieran sentado en la misma ceremonia para la entrega de los balones y botas de Oro, si el Barça no hubiera instaurado un estilo imperecedero. Lo que sí sabemos es que los celos se convierten en carburante infinito. 

Después los hielos abrasadores de los tiempos apagan los títulos. Pero las cenizas del ingenio se removerán de nuevo en el brasero de la camilla que compartes con tu archienemigo. La enemistad histórica agarrará la badilla para remover el infierno cotidiano, ese que según Montaigne borra el perfil de las llamas pasionales y arde en la casa del vecino. 

Madrid y Barça jugarán la final de la Copa del Rey.

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