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Cuando los alemanes venían a Cáceres a ver los toros y buscar wolframio

Hoy, la tauromaquia, guste o no, sigue moviendo dinero e impulsa la economía local siempre y cuando haya carteles de tronío que den brillo a San Fernando

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Cáceres

Los orígenes de la Feria de Mayo hay que buscarlos en el Fuero de Cáceres, donde ya se habla de las transacciones comerciales relacionadas con el ganado, aunque no es realmente hasta mediados del siglo XIX cuando los grandes ganaderos afincados en la ciudad abogan por instaurar una feria ganadera acorde con la importancia de una capital de provincia como era Cáceres. La primera Feria de Mayo se celebra en 1896, siendo alcalde Nicolás Carvajal Cabrero tras múltiples reuniones previas que el ayuntamiento mantiene con ganaderos y propietarios de la Sociedad General de Fosfatos que explotaban las minas de Aldea Moret.

Un gran año

1896 fue un año muy importante para la ciudad: se inauguraron la luz eléctrica, el Paseo de Cánovas y la Feria de Mayo. Cáceres nunca tuvo especial fe por San Fernando y nunca le levantó ermita o capilla; realmente la fecha de la feria la eligieron los ganaderos y solo el azar y no una tradición religiosa quiso hacerla coincidir en el calendario con San Fernando. El Rodeo fue su primera ubicación y muy pronto la feria tendría eco en Cáceres.

Los carteles

El Teatro Principal y el Variedades programaban elencos de gran categoría y desde 1846 la plaza de toros trae carteles de postín. Uno de los más importantes fue el de 1943. Toreaban Manolete, Arruza (un mexicano que banderilleaba muy bien) y Morenito de Talavera. Esa fue una feria que movió mucho dinero porque coincidió con la llegada a la provincia de alemanes que buscaban wolframio, así que en los tendidos se veían por puñados a quienes encendían cigarrillos con billetes de 1.000 pesetas. Hoy, los toros, gusten o no, siguen moviendo dinero e impulsan la economía local siempre y cuando haya carteles de tronío que den brillo a San Fernando.

37 años del ferial

Este año se cumplen 37 años del traslado de la feria a su recinto actual, en el campo de aviación, antes de que pasara por El Rodeo y Los Fratres. Y sea en cualquiera de sus ubicaciones, los cacereños han sido fieles a la tradición de cada mes de mayo. Porque la feria está relacionada con muchas pequeñas historias de miles de cacereños, entre ellos Tacatá, que se hizo célebre por su carrito de helados con sus garrafas de corcho y su tapadera de níquel. Tacatá era bajito, vivía por Aguas Vivas y siempre se le veía por la feria, prensaba el hielo, le ponía un palo y luego lo rociaba con sabores de menta, canela, naranja o limón.

Este año nos abren la plaza y nos traen a Los Rebujitos y Siempre Así. La calle se llenará y ese es el mejor barómetro

El sabor

A lo largo de todos estos años la feria ha seguido teniendo su sabor, aunque los agoreros se empeñen en que va a menos. Pasaron los años del teatro de Manolita Chen, de la trapecista Pinito del Oro y del concierto de Los Bravos, pero este año nos traen los toros, y a Los Rebujitos y a Siempre Así, y hay Feria de Día en el centro. Los hay que dirán que vaya ‘peñazo’ pero lo cierto es que la ciudad se llenará. Ese es el mejor barómetro, y si no, que se lo digan a los alemanes. 

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