Un enfermero denuncia la sobremedicación en los mayores: "Los culpables somos todos"

Recientemente, tuve ocasión de asistir a una reunión de profesionales sanitarios, que trataban los Trastornos de Conducta en Pacientes con la Enfermedad de Alzhéimer y otras Demencias. El debate se centraba en el porqué de la cantidad de medicación que soportaban, y en mayor proporción las personas mayores afectadas de estas patologías, institucionalizadas o no. El ponente, un acreditado psicogeriatra coordinador de la Unidad de Psicogeriatría del Hospital Virgen del Valle de Toledo, Dr. García Santos, ante asistentes médicas y médicos de atención primaria, enfermeras y gerocultoras. Él, defendiendo y justificando el porqué de la utilización de determinados medicamentos. Los otros, tratando de explicar y de alguna forma disculpándose, de las muchas limitaciones que el digno ejercicio de su profesión, tienen con relación a la prescripción farmacéutica en estos enfermos, que casi siempre les viene impuesta por los especialistas de los hospitales y normalmente muy compartida por enfermos y familiares. Hablaron de lo complicado del funcionamiento del cerebro humano, en cuanto a la comunicación entre las neuronas, de las sustancias que lo facilitan, de cuáles pueden ser las causas para que se altere esta imprescindible comunicación, de cuáles son las enfermedades diagnosticadas en estos casos, de cómo se supone que actúan las sustancias medicamentosas registradas y prescritas para tal o cual enfermedad mental, como del porqué de tanta medicación a personas cuyo metabolismo está como está, consecuente a su edad y sus enfermedades.

¿Qué es lo que puede pensar una persona de las muchas que hay, que cada día por su edad y enfermedades, esté tomando 20 ó 30 pastillas sin conocer realmente por qué, para qué y qué le puede pasar de seguir con ellas?

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Yo, observando y pensando, en la respetuosa queja de algunos médicos, del porqué de esta falta de información sobre la utilización de productos farmacéuticos de tan complicada acción terapéutica, de la falta de encuentros clínicos de los que en la mayoría se salía con más conocimientos y siempre más motivados, también de la escasa comunicación entre los departamentos o profesionales que intervienen en la salud de los enfermos que atienden. Que la industria farmacéutica es un lobby empresarial, que condiciona la prescripción de tanta medicación, es un hecho que está en el pensamiento de muchos. Que la sociedad, entiendo, que reconoce y está convencida, que la guía ética que compartieron en su día todos los profesionales sanitarios, era y deber ser, el tratar al ser humano dignamente para evitarle cualquier daño posible consecuente a su intervención. ¿Por qué entonces estas actitudes y comportamientos? ¿Qué es lo que puede pensar una persona de las muchas que hay, que cada día por su edad y enfermedades, esté tomando 20 o 30 pastillas sin conocer realmente por qué, para qué y qué le puede pasar de seguir con ellas? Todo lo que estoy escuchando, coincide con lo que dicen los medios: somos uno de los países occidentales en el que el consumo farmacéutico y de determinados productos es exagerado. Que las autoridades sanitarias han debido ser más transparentes, más participativas y más determinantes en los registros de cada producto, en cuál debe ser la conducta a todos los niveles profesionales y qué mecanismos son los aplicables para cumplir con al artículo 43 de nuestra Constitución en todos sus apartados.

Martín González Carvajal, enfermero

N. de la R. (El artículo 43 de la Constitución Española reconoce el derecho a la protección de la salud, establece la obligación de los poderes públicos de organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y servicios, y fomenta la educación sanitaria, la educación física y el deporte).

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