Cecilio Cordero y Laura Avilés: "Rompemos con el concepto de restaurante estirado"

El Laurel existe en Badajoz desde 2013 pero en 2019 sufre un cambio radical. Ceci, un cocinero autodidacta, se queda entonces al cargo de los fogones. Poco después –y tras una pandemia- se une Laura, su pareja, a la aventura. Desde entonces su cocina gamberra y sinvergüenza conquista paladares de toda la región.

¿Qué es El Laurel?

Un espacio pequeño donde el comensal viene a disfrutar de nuestra comida, que no es ni la más tradicional, ni la más vanguardista. Es la que nos gusta a nosotros y la que preparamos para la gente.

Ustedes llevan este local en familia. ¿Trasmiten eso al comensal?

Lo que queremos es que la gente, cuando venga a nuestra casa, se sienta lo más a gusto posible. Laura da en el servicio esa cercanía, confianza y dulzura que tiene. Yo, que soy el encargado de hacer de comer, intento hacer la carta para que encante. La empatía creo que es la clave del éxito que estamos teniendo.

¿Cómo definiría su cocina?

Tengo una carta pequeñita que intento que rote lo máximo porque soy inquieto. Trato de versionar el sabor de la cocina tradicional, llevarlo a un punto divertido y vistoso en base a mi manera de entender la cocina, que es carente de sobriedad. No somos un restaurante estirado, rompemos la barrera del concepto de cocina seria para llegar a darle chispa.

Además ustedes son la prueba de que tan importante es la cocina como la sala.

Completamente. Laura tiene el mismo peso en sala que yo en la cocina. Ella, además, quiere confiar en el plato que le lleva al cliente así que es mi ‘control de calidad’.

Cuando llegaron al restaurante, este ya arrastraba una historia y un estilo. ¿Ha sido fácil cambiarle el rumbo?

La suerte era que El Laurel no tenía mal nombre. Partíamos de una buena base, estuvimos recuperando clientes y haciendo nuevos, abriendo nuevas fronteras. Y funcionó.

El establecimiento ha pasado por varias fases hasta que ha encontrado su horario ideal de apertura.

Con la pandemia todos sabemos lo que pasó. Mandamos a los trabajadores a casa. Al retomar la actividad, sacamos el servicio a domicilio y después, casi que volvió todo a la normalidad. La historia es larga. Al final, por cosas que pasan, nos vimos los dos solos con la obligación de tomar decisiones nuevas y pensamos que podíamos probar a abrir sin ningún trabajador más de jueves a domingo, a ver qué tal iba la cosa y si funcionaba, porque la gente tenía que acoger también el horario. Fue un acierto en toda regla.

¿Por qué?

Porque económicamente sale a cuenta, no tenemos tantos empleados. También es una cuestión de calidad de vida. Laura descansa tres días, yo un poco menos porque los miércoles los utilizo para producir a puerta cerrada. Venimos cada semana con las pilas cargadas y todo preparado. Así llevamos dos años, así que la idea es seguir así hasta que el cuerpo aguante.

¿Es ese el futuro de los negocios? ¿Que la gente pueda compaginar vida laboral y personal?

Sin duda. Es imprescindible. Yo he padecido de ansiedad y lo he pasado bastante mal. Estar ligado a un negocio, donde es responsabilidad tuya desde la cuchara con la que dar vueltas hasta la botella de agua que le sirves al cliente, hace mella en tu cabeza. Yo ahora ‘estoy rey’ en comparación a como estaba antes. Tener la vida organizada y tener más tiempo libre da calidad de vida. Al ser un proyecto personal, exige mucho y te llevas el trabajo a casa, pero el equilibrio es necesario.

¿Cuáles son vuestras aspiraciones para El Laurel?

Cuando empiezas tienes ilusiones pero luego la vida te pone en tu sitio y te das cuenta de que es más importante estar a gusto con uno mismo. Es más importante pagar las facturas calmadamente que la Estrella Michelín. Toco madera para seguir como estamos, que el teléfono no deje de sonar y la gente siga saliendo con una sonrisa. Ojalá sigamos así todo el