Diario de un cacereño en Filipinas

Desde el intramuros de Cáceres hasta el de Manila

Como ocurre con la Parte Antigua de Cáceres, que te transporta en el tiempo, el Intramuros manileño también consigue mostrarte un escenario que recuerda al que debió de existir siglos atrás

Un guardia civil filipino posando en Intramuros, Manila.

Un guardia civil filipino posando en Intramuros, Manila. / Ignacio Urquijo Sánchez

Ignacio Urquijo Sánchez

Ignacio Urquijo Sánchez

Filipinas

Para alguien que ha crecido en Cáceres, la palabra “intramuros” tiene un significado especial. Nos recuerda a nuestra querida Parte Antigua, que es un ejemplo de buena conservación, certificado por el reconocimiento de ser Patrimonio de la Humanidad. Es lo primero que cuento cuando conozco a alguien en el extranjero y le tengo que explicar cómo es Cáceres. “Unesco World Heritage”. Eso, y que fue escenario de la serie Juego de Tronos, lo cual suele impresionar más al oyente.

El nacimiento

Precisamente por haber crecido en una ciudad que valora tanto su zona de intramuros, me resultó especialmente cercano cuando me mudé a Filipinas y descubrí que al casco antiguo de Manila lo llaman, precisamente, Intramuros. El nombre viene de cuando se construyó la muralla protectora del recinto hace más de cuatrocientos años, en la época en la que la ciudad estaba gobernada por españoles. No es una muralla milenaria como la de Cáceres, pero sí que es una de las murallas de este estilo mejor conservadas del mundo, de entre todas las que se pueden encontrar por los distintos emplazamientos levantados por españoles en el mundo.

La calle Real

La influencia española no se queda ahí, y prácticamente todas las calles de esta zona llevan nombres que nos resultan muy familiares, como la calle Cabildo, la calle Recoletos o la calle Real, que ahora se llama Real Street. Lamentablemente, durante la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los edificios de Intramuros fueron destruidos, y han tenido que volverse a reconstruir desde cero, en un ejercicio que tuvieron que imitar otras ciudades especialmente castigadas por esta devastadora guerra, como Varsovia o Dresde. Pero el turista ocasional no se percata de que la mayoría de los edificios apenas tienen cincuenta años, porque la reconstrucción ha seguido los planos originales, y la pátina del tiempo en estos lugares tropicales se marca con más rapidez que en otros más septentrionales. 

La parte antigua

Como ocurre con la parte antigua de Cáceres, que te transporta en el tiempo, el Intramuros manileño también consigue mostrarte un escenario que recuerda al que debió de existir siglos atrás. El hecho de que todavía haya por estas calles coches de caballo, llamados calesas, o policías municipales con trajes de Guardia Civil del siglo XIX, que de hecho son llamados guardias civiles, ayuda sobremanera a imaginarse cómo era la vida a finales del siglo XIX

Trabajo por hacer

Se nota, sin embargo, que todavía queda trabajo por hacer. Algunos solares donde no se reconstruyó el edificio original han sido aprovechados por personas con menos recursos para levantar edificaciones con materiales reciclados, que funcionan a su vez como pequeños negocios. En las entradas de estos improvisados edificios se pueden encontrar multitud de “sari-sari”, que son puestos de comida en donde lo mismo se pueden recargar los datos del móvil que comprar un plato preparado de asado, adobo o turrón, este último muy diferente al español, puesto que está compuesto por plátano frito. 

Descampados

En otros descampados que no han sido ocupados por humanos, son los animales los que han aprovechado el sitio, y es frecuente encontrarse con perros en semilibertad, gatos que son los dueños de la calle y hasta gallos, que según me cuentan no se utilizan para la alimentación, sino de forma recreativa.

Un lugar vivo

Intramuros, más que un museo, es un lugar vivo, que todavía está escribiendo su historia. Es poco probable que nos la encontremos en Juego de Tronos, pero se basta consigo misma para entretener a cualquiera que pase por estas calles de nombre español y espíritu filipino

Ignacio Urquijo Sánchez es periodista

Tracking Pixel Contents